Este bicho ha puesto al mundo «patas arriba». Los niños pequeños no entienden nada, se ponen la mascarilla por pura imitación, como hacen casi todo al principio. Son inocentes. Hablar con un adolescente sobre la repercusión de esta crisis es curioso: muchos ponen la mirada perdida y ya está, a otra cosa. También los veo inocentes. Los jóvenes saben que hay que cumplir la ley, pero a lo largo de la historia de la Humanidad siempre lo han hecho con un guión similar a éste: primero discuto, luego acato la orden, luego busco la manera más inteligente de regatearla. Yo hoy también los veo inocentes. ¿Alquien pensó que era suficiente con apelar a la responsabilidad y tal y tal y tal…? ¡Eso sí es irresponsabilidad!
Es mi intención reflexionar sobre este grupo demográfico de chicos y chicas que tienen entre dieciocho y treinta y tantos años. Hoy les ha puesto Pedro Sánchez un toque de queda en toda regla. A las 11 de la noche, todos a casa. Y si no quieren venir por lo civil, la Policía los mandará a casa por lo criminal. De hecho, esta misma noche del domingo ya está organizado todo el dispositivo policial para vaciar calles y carreteras aragonesas.
Me pregunto si alguno de los ministros que han firmado el decreto de alarma habrá puesto encima de la mesa esta cuestión: ¿esta medida no servirá para que los chicos adelanten la hora de socializar?, ¿no tenemos más medios para convencer a nuestros jóvenes de que este sacrificio es temporal e imprescindible? Seguro que lo habrán debatido, seguro que tendrán en su equipo de expertos a los mejores psicólogos y sociólogos del país. Quizás el presidente haya zanjado así la cuestión: «Dialoguemos con los jóvenes, si nosotros sabemos dialogar hasta con los independentistas».
Como el verbo dialogar está muy manido en los últimos tiempos emplearé el verbo hablar. HABLEMOS con los jóvenes. Pero hablemos en su lenguaje, en el lenguaje digital, en el de las fotos y vídeos. ¿Acaso no puede el estado viralizar un mensaje que llegue al alma de los jóvenes? Cuando España decidió reducir el número de víctimas en la carretera puso en circulación una espectacular campaña con imágenes explícitas de lo que supone ser un imprudente en la carretera. Y funcionó.
Cambiar de forma tan radical el hábito de nuestra juventud no será fácil: no tocarse, no bailar, no besarse, no viajar, no disfrutar de la exaltación de la amistad… Por favor, que alguien en la Moncloa o en la DGA coja el micrófono de las redes sociales y les diga lo que nos jugamos: las vidas de sus abuelos, el trabajo de sus padres o madres, el dinero para pagar los hospitales…Nos jugamos, incluso, celebrar la Navidad, ya veremos cómo y con quién.
Tenemos casi en el olvido el «Resistiré» del confinamiento general de marzo. Funcionó, transmitió energía para aguantar. Ahora necesitamos otro mensaje que llegue, con música, con artistas, con deportistas… La fotografía de Pedro Sánchez anunciando el estado de alarma no se hará viral.
DZ